_____________________________________ Relatos cortos y esas cosas, by Willowcv
7 de octubre de 2012
En mi cabeza
Y es que se me va la cabeza, cuando te acercas, cuando me preguntas estando tan cerca. Mi boca busca la tuya, mis manos anhelan tu cintura. Sonrío si me dices que te bese, que te acaricie...
Cuando te acercas, siento tu aroma, que se me pega, que me estremece cuando lo recuerdo a cada momento en el que estas lejos... y es que se me va la cabeza...
Y dejo de sentir, dejo de respirar, solo me hace falta caminar entre tus sueños, en tus delirios, en tus pensamientos.
Salen solas las miradas, los suspiros que rompen mi calma, cuando te estiras, cuando me abrazas.
Es un sueño del que no quiero despertar, una noche loca de risas y de diferentes encantos, de versos y estrofas que construyo al ritmo de tus latidos...
25 de junio de 2012
No me hagas sentir culpable
Dicen que a veces el mundo puede dejar
de tener sentido, pero que llega luego algún momento, algún hecho que por
pequeño que sea, hace que recuperes el rumbo de la vida, que encuentres otro
nuevo, que en definitiva recuperes ese sentido perdido al seguirlo.
Pero, ¿y qué pasa si no sabes para dónde va? O peor… ¿qué
pasa si ni siquiera sabes dónde estás parado?
Supongo que si quisiera saber cómo se encuentra ese rumbo,
la pregunta que me debería hacer es muy sencilla: ¿para qué vivo? ¿qué sentido
tiene vivir? Pero ¿y si no encuentro respuestas adecuadas?
Si no consigo definir qué sentido tiene mi vida, podría llegar
a la conclusión de que mi vida carece de sentido alguno.
Todos sabemos que cada vez que tu camino coincide con el
rumbo que decidiste, te sientes satisfecho, sereno y tranquilo, aunque lo que
esté pasando no sea maravilloso; y que cada vez que te alejas del rumbo que le
da sentido a tu vida, te sientes infeliz aunque sean placenteras algunas cosas de
las que te ocurran.
A todos nos ha sucedido, en algún momento de nuestra
vida, que nos hemos sentido mal y hemos dicho que no nos sentíamos bien o que
no éramos felices. Entonces alguien se nos acercó y respondió: "¿Tú no
eres feliz? ¿Con todo lo que tienes, no eres feliz? ¿Cómo puede ser eso? Si yo
tuviera la mitad de lo que tú tienes, sería muy feliz". Esa persona no
entiende que, en realidad, ella sería muy feliz con esa mitad. Ahora bien,
posiblemente cada uno sea único, indivisible e irrepetible, y lo que a ti te haría
feliz, no tiene porque hacerme feliz a mí.
Con todo esto, después de esta pequeña explicación, lo
que quiero decir es lo siguiente: “Si te digo que no estoy bien, no me vengas a
decir lo maravillosa que crees que es mi vida, no me digas que es imposible no
sentirse lleno y feliz con lo que tengo. Primero, que no sabes realmente como
es mi vida, y segundo, estoy segura que no tienes ni idea de que es lo que a mí
me llena, lo que a mí me hace feliz y me hace seguir adelante. No lo sé ni yo, así que es imposible que lo sepas tú. Deja de
decir que mi camino es perfecto y que tengo un gran futuro por delante, pues
sigo el camino que me ha venido dado, y no, aún no he encontrado cuál es el
rumbo que yo quiero seguir.”
Así que volviendo al principio, espero que como dicen,
aunque a veces el mundo pueda dejar de tener sentido, acabe llegando
algún momento, algún hecho que por pequeño que sea haga que recuperes el rumbo
y el sentido de la vida. Hasta entonces, no me hagas sentir peor de lo que estoy,
no me hagas sentir culpable.
13 de abril de 2012
Se apagó
Con un cigarrillo recién encendido miré al infinito con aire pensativo. En una habitación oscura, desordenada, donde únicamente me acompañaban una botella de alguna bebida alcohólica medio vacía sobre la mesa, un cenicero colmado de restos de tabaco y algunas otras drogas, y la guitarra junto a los papeles que algún tiempo atrás llenaba con brillantes letras que afloraban de mi mente ahora medio muerta.
Hace mucho que no escribo nada. Por tiempo, por cansancio, o quizá porque las musas me hayan abandonado. Tampoco me han dicho porqué se han ido. No lo entiendo. Al igual que tampoco entiendo por qué cada vez que miro a mi alrededor no veo ya nada…
Hace mucho que no escribo nada. Por tiempo, por cansancio, o quizá porque las musas me hayan abandonado. Tampoco me han dicho porqué se han ido. No lo entiendo. Al igual que tampoco entiendo por qué cada vez que miro a mi alrededor no veo ya nada…
Mi sonrisa se apagó cuando la
oscuridad se fue apoderando poco a poco de los días soleados. Cuando ante la
alegría e ilusión de los demás, yo sólo podía contemplarla desde fuera, como
una mera espectadora de aquello que una vez llegué a alcanzar y que no se si
volveré a conseguir. Cuando ante la vida sencilla y no tan dramática de los
demás, yo sólo podía añorar un pasado feliz, y esperar con una pizca de
optimismo un futuro algo esperanzador, que lentamente evadiera la tristeza de mí
ser.
Mi sonrisa se apagó cuando
aquellos de los que recibía más apoyo (o al menos eso creía yo) lo hacían
únicamente para su conveniencia y no se molestaban, ni siquiera planteaban,
cambiar una mínima parte de sus “felices” vidas para ayudar en los momentos
difíciles. Es realmente triste recibir ánimos por todas partes y que, en los
momentos verdaderamente cruciales de la vida, te encuentres sola y abatida en
pleno campo de batalla.
Mi sonrisa se apagó cuando la
desilusión se apoderó de mi hogar y se respiraba un ambiente tenso,
melancólico, más que insoportable. Cuando la frustración y la ira fueron
comiéndome poco a poco.
Fue en ese momento cuando se
apagó mi sonrisa.
Deposité lentamente el cigarrillo
encendido en el cenicero y me dirigí al cuarto de baño. Una luz cegadora
iluminó la estancia, y fue entonces cuando me permitió que vislumbrase en el
espejo una imagen demacrada de mi misma, más pálida y ojerosa de lo que ya
estaba acostumbrada. La droga, el alcohol y otros vicios me habían conducido al
borde de un precipicio del cual veía imposible alejarme.
- Lo siento, no puedo hacerlo. – Murmuré
para mi misma, como si realmente necesitase pedir perdón por lo que estaba a
punto de ocurrir.
Estiré el brazo para alcanzar la
cuchilla en la que todavía se veían restos de un sospechoso polvo blanco en su
metálico y brillante filo. Por un instante cerré los ojos y respiré
profundamente para armarme de valor, y sin pensarlo demasiado efectué un
profundo corte desde la muñeca hasta el codo, atravesando en línea recta la
cara interna del antebrazo. Había escuchado en alguna parte que esa era la mejor
forma de hacerlo. Y mientras me recreaba en la visión de la sangre brotando de
la herida y cayendo al suelo, por fin, después de tanto tiempo, me sentí libre,
y noté como una sonrisa se iba esbozando en mi rostro. Mi corta e intensa vida iba
consumiéndose lentamente, al igual que el cigarrillo que había abandonado sobre
el cenicero.
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