13 de abril de 2012

Se apagó


Con un cigarrillo recién encendido miré al infinito con aire pensativo. En una habitación oscura, desordenada, donde únicamente me acompañaban una botella de alguna bebida alcohólica medio vacía sobre la mesa, un cenicero colmado de restos de tabaco y algunas otras drogas, y la guitarra junto a los papeles que algún tiempo atrás llenaba con brillantes letras que afloraban de mi mente ahora medio muerta.

Hace mucho que no escribo nada. Por tiempo, por cansancio, o quizá porque las musas me hayan abandonado. Tampoco me han dicho porqué se han ido. No lo entiendo. Al igual que tampoco entiendo por qué cada vez que miro a mi alrededor no veo ya nada…

Mi sonrisa se apagó cuando la oscuridad se fue apoderando poco a poco de los días soleados. Cuando ante la alegría e ilusión de los demás, yo sólo podía contemplarla desde fuera, como una mera espectadora de aquello que una vez llegué a alcanzar y que no se si volveré a conseguir. Cuando ante la vida sencilla y no tan dramática de los demás, yo sólo podía añorar un pasado feliz, y esperar con una pizca de optimismo un futuro algo esperanzador, que lentamente evadiera la tristeza de mí ser.

Mi sonrisa se apagó cuando aquellos de los que recibía más apoyo (o al menos eso creía yo) lo hacían únicamente para su conveniencia y no se molestaban, ni siquiera planteaban, cambiar una mínima parte de sus “felices” vidas para ayudar en los momentos difíciles. Es realmente triste recibir ánimos por todas partes y que, en los momentos verdaderamente cruciales de la vida, te encuentres sola y abatida en pleno campo de batalla.

Mi sonrisa se apagó cuando la desilusión se apoderó de mi hogar y se respiraba un ambiente tenso, melancólico, más que insoportable. Cuando la frustración y la ira fueron comiéndome poco a poco. 
Fue en ese momento cuando se apagó mi sonrisa.

Deposité lentamente el cigarrillo encendido en el cenicero y me dirigí al cuarto de baño. Una luz cegadora iluminó la estancia, y fue entonces cuando me permitió que vislumbrase en el espejo una imagen demacrada de mi misma, más pálida y ojerosa de lo que ya estaba acostumbrada. La droga, el alcohol y otros vicios me habían conducido al borde de un precipicio del cual veía imposible alejarme.

- Lo siento, no puedo hacerlo. – Murmuré para mi misma, como si realmente necesitase pedir perdón por lo que estaba a punto de ocurrir.

Estiré el brazo para alcanzar la cuchilla en la que todavía se veían restos de un sospechoso polvo blanco en su metálico y brillante filo. Por un instante cerré los ojos y respiré profundamente para armarme de valor, y sin pensarlo demasiado efectué un profundo corte desde la muñeca hasta el codo, atravesando en línea recta la cara interna del antebrazo. Había escuchado en alguna parte que esa era la mejor forma de hacerlo. Y mientras me recreaba en la visión de la sangre brotando de la herida y cayendo al suelo, por fin, después de tanto tiempo, me sentí libre, y noté como una sonrisa se iba esbozando en mi rostro. Mi corta e intensa vida iba consumiéndose lentamente, al igual que el cigarrillo que había abandonado sobre el cenicero.

2 comentarios:

  1. Vaya.... tristeza plasmada en unas líneas...espero que sólo sea un relato y no tenga mucho de realidad.... no?

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  2. Dejaré que sea el lector quién decida que es realidad o ficción, así cada uno puede imaginarse la escena a su modo... ;)

    Gracias por pasarte por aquí.

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